La contaminación del suelo representa una serie de
consecuencias y efectos nocivos tanto para el hombre, como así también
para la flora y la fauna en general. La amplia variedad de repercusiones
toxicológicas depende en gran medida de cada sustancia particular con
el que se ha degradado la salud del suelo.
La primer consecuencia de esta contaminación
repercute en la vegetación, las plantas se degradan y se reduce
considerablemente la variedad de especies, las que aun sobrevivan
presentarán aspectos débiles y su proceso natural se dará con
dificultad.
De esta misma absorción de contaminantes a la flora las
consecuencias se extienden a la fauna que la consume. Los daños que
puede sufrir el hombre bien pueden ser entonces en base a la ingestión o
al contacto dérmico con estas sustancias, pudiendo provocar casos de
intoxicaciones por metales pesados, por ejemplo.
Un suelo contaminado dificulta el desarrollo de la vida de la fauna,
sin existir alimento ni agua limpia, las especies migran o sufren daños
irremediables en su cadena de procreación. Con este proceso se sufre
entonces lo que se llama “degradación paisajística” y por ende una
“perdida en el valor del suelo”, las actividades agropecuarias se
detienen, la fauna desaparece y la tierra queda inútil.
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